En mis tiempos de ilustrador anatómico para un prestigioso laboratorio (que ya no existe pues fue absorbido por una multinacional) dibujaba cerebros humanos con todo detalle y con la técnica del aerógrafo (pintura expulsada a través de una pequeña pistola). Estos cerebros, trabajados con minucioso detalle, (siempre bajo la inestimable dirección del doctor y ahora gran amigo Miquel Pallarés) se imprimían en unas láminas que, más tarde, y a través de los visitadores médicos, el laboratorio facilitaba a los neurólogos.
Esta vuelta al pasado viene a cuento de que ahora, cuando voy al campo en mi otra faceta de pintor, y miro los grandes arboles desnudos de hojas, me recuerda a cuando hacia cerebros. Vienen a ser lo mismo: un tronco con sus terminaciones en forma de ramas. Es más, creo que estos arboles tienen a veces comportamientos parecidos a los cerebros humanos. Yo he visto arboles mal tratados (mal podados) que han sufrido una especie de depresión y su aspecto es de lo mas triste. Les pasa igual a muchas personas que, hoy en día, con tanta represión, tanto recorte y mal trato se quedan como estos arboles mal podados que, en vez de levantar sus ramas al cielo quedan abatidos, y sus terminaciones están mirando más al suelo que al azul del cielo.
Este árbol de la pintura, una higuera, tiene sus ramas desnudas de otoño, mirando al cielo y esperando la primavera para hacer sus hojas y mas tarde sus apreciados higos. Es un árbol bien podado y que solo esta esperando su momento para dar lo mejor de si mismo. Ojalá se les pueda dar lo mismo a las personas para que den lo mejor de si mismas.
domingo, 10 de marzo de 2013
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