martes, 15 de octubre de 2013

CUENTO DE OTOÑO Hoteles poco recomendables 3


El hotel de Haro.

No podíamos escoger, era tarde y se hacía de noche. En el mes de agosto por lo visto, aquella agente estaba en fiestas o era la fiesta mayor o vaya usted a saber que, (en España siempre hay fiestas en este mes, y también en otros y cuando no se matan toros se lanzan cohetes, y cuando no se lanzan cohetes se matan toros, y todo, siempre en medio de un inmenso griterío) la cuestión es que no había más remedio que quedarse en aquel hotel, era el único que tenía habitaciones. Más tarde, averiguamos porque era el único en disponer de habitaciones en días de fiesta. De entrada el recepcionista me dio muy mala impresión, era un tío vestido de negro y tenía una cara enjuta y muy rara, con unos ojos diminutos que miraban de reojo, parecía uno de aquellos personajes salidos de las películas de los Nosferatus.

Pero bueno, por otra parte, estábamos en Haro, tierra de buenos vinos y buenos manjares, con lo cual dijimos, vamos a relajarnos, tomar una buena cena, y por poco bien que esté la habitación nos vamos a dormir y mañana ya será otro día. Cuando uno esta cansado de conducir lo que más desea es una buena cama para dormir. Veníamos de Fisterra, en la costa de la morte, a muchos kilómetros, y teníamos ganas de descansar.

De camino al restaurante del hotel, vimos al tío con cara de pocos amigos que se retiraba y en lugar de desearnos buenas noches, esbozo una media sonrisa como queriendo decir la que os espera.

La cena estuvo realmente bien y el vino tinto de las bodegas de Haro excelente, una botella de Muga compartida, nos dejó el cuerpo como para dormir plácidamente toda la noche. De camino hacia la habitación, notábamos como a nuestro paso las maderas crujían, pero bueno, esto pasa en muchos hoteles de cierta solera o por decirlo de otra manera: viejos. En la habitación las maderas crujían aún más, y es aquello que piensas que sí bailas un zapateao te vas al piso de abajo, pero tanto a mi mujer como a mi, nunca nos a dado ni siquiera por bailar sevillanas, y pensamos que aquella especie de parque flotante y crujiente aguantaría, como mínimo una noche más. Pero lo más fuerte estaba todavía por llegar.

Cuando levante la tapa del water para orinar antes de irme a dormir, trepaban dos cucarachas fornidas por las paredes del water y además con toda seguridad, es como si estuvieran entrenadas para escalar cerámicas. Si vas a orinar, y te encuentras en una situación semejante (por suerte nada común) y eres tío, siempre las tienes controladas, a las cucarachas me refiero, incluso te puedes mear en ellas. Lo malo, es que, si por una razón evidente, te tienes que sentar. Tire de la cadena y ante la masiva afluencia de agua las cucarachas se fueron por donde habían venido. Que asco pensé, veté tu a saber cuantas más hay y cuantas de ellas estarán ansiosas por trepar. Yo no se lo dije a Montse porque pensé que no podría dormir en toda la noche, si le mencionaba lo de las cucarachas. Me dije, que igual ella no las ha visto y no hace falta asustarla. Me tome un Paracetamol 600, que me ayuda a dormir, pero, que no se porque razón también me provoca sueños. Y soñé, soñé que, bajo las crujientes maderas, había un submundo de fornidas cucarachas trepadoras, y que el jefe de todas ellas era el recepcionista de la cara enjuta, el que había visto en la recepción, y que no era otro que Nicolás Sansa, el escarabajo de la metamorfosis de Kafka, que se había montado un hotel en Haro.

Al día siguiente, ya de camino hacia Barcelona Montse me confesó que también vio cucarachas trepadoras en el water, y que tampoco me dijo nada, para que yo también pudiese dormir. Nadie de los dos pego ojo en toda la noche.

Ahora cuando pasamos por Haro, gustamos de la comida y bebida, porque son de lo mejor de la Rioja, lo que no hacemos es quedarnos a dormir en el hotel de las cucarachas. Para recuperar aquel hotel tendrían que fumigarlo a fondo, empezando por el recepcionista con cara de Nosferatu riojano, y la otra opción sería dinamitarlo y construir uno nuevo.

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