El hotel
de Haro.
No podíamos escoger, era tarde y se hacía de noche. En el mes de agosto por lo visto, aquella
agente estaba en fiestas o era la fiesta mayor o vaya usted a saber que, (en
España siempre hay fiestas en este
mes, y también en otros y cuando no se
matan toros se lanzan cohetes, y cuando no se lanzan cohetes se matan toros, y
todo, siempre en medio de un inmenso griterío) la cuestión es que no había más remedio que quedarse en aquel hotel, era el único que tenía habitaciones. Más tarde, averiguamos porque era el único en disponer de habitaciones en días de fiesta. De entrada el recepcionista me dio muy mala
impresión, era un tío vestido de negro y tenía una cara enjuta y muy rara, con unos ojos diminutos que miraban de reojo, parecía uno de aquellos personajes
salidos de las películas de los Nosferatus.
Pero
bueno, por otra parte, estábamos en Haro, tierra de
buenos vinos y buenos manjares, con lo cual dijimos, vamos a relajarnos, tomar
una buena cena, y por poco bien que esté la habitación nos vamos a dormir y mañana ya será otro día. Cuando uno esta cansado de
conducir lo que más desea es una buena cama para
dormir. Veníamos de Fisterra, en la costa
de la morte, a muchos kilómetros, y teníamos ganas de descansar.
De camino
al restaurante del hotel, vimos al tío con cara de pocos amigos que
se retiraba y en lugar de desearnos buenas noches, esbozo una media sonrisa
como queriendo decir la que os espera.
La cena
estuvo realmente bien y el vino tinto de las bodegas de Haro excelente, una
botella de Muga compartida, nos dejó el cuerpo como para dormir plácidamente toda la noche. De camino hacia la habitación, notábamos como a nuestro paso las maderas crujían, pero bueno, esto pasa en
muchos hoteles de cierta solera o por decirlo de otra manera: viejos. En la
habitación las maderas crujían aún más, y es aquello que piensas que sí bailas un zapateao te vas al piso de abajo, pero tanto a
mi mujer como a mi, nunca nos a dado ni siquiera por bailar sevillanas, y
pensamos que aquella especie de parque flotante y crujiente aguantaría, como mínimo una noche más. Pero lo más fuerte estaba todavía por llegar.
Cuando
levante la tapa del water para orinar antes de irme a dormir, trepaban dos
cucarachas fornidas por las paredes del water y además con toda seguridad, es como si estuvieran entrenadas para
escalar cerámicas. Si vas a orinar, y te
encuentras en una situación semejante (por suerte nada
común) y eres tío, siempre las tienes controladas, a las cucarachas me
refiero, incluso te puedes mear en ellas. Lo malo, es que, si por una razón evidente, te tienes que sentar. Tire de la cadena y ante
la masiva afluencia de agua las cucarachas se fueron por donde habían venido. Que asco pensé, veté tu a saber cuantas más hay y cuantas de ellas estarán ansiosas por trepar. Yo no se lo dije a Montse porque
pensé que no podría dormir en toda la noche, si le mencionaba lo de las
cucarachas. Me dije, que igual ella no las ha visto y no hace falta asustarla.
Me tome un Paracetamol 600, que me ayuda a dormir, pero, que no se porque razón también me provoca sueños. Y soñé, soñé que, bajo las crujientes maderas, había un submundo de fornidas cucarachas trepadoras, y que el
jefe de todas ellas era el recepcionista de la cara enjuta, el que había visto en la recepción, y que no era otro que Nicolás Sansa, el escarabajo de la metamorfosis de Kafka, que se
había montado un hotel en Haro.
Al día siguiente, ya de camino hacia Barcelona Montse me confesó
que también vio cucarachas trepadoras en
el water, y que tampoco me dijo nada, para que yo también pudiese dormir. Nadie de los dos pego ojo en toda la
noche.
Ahora cuando pasamos por Haro, gustamos de la comida
y bebida, porque son de lo mejor de la Rioja, lo que no hacemos es quedarnos a
dormir en el hotel de las cucarachas. Para recuperar aquel hotel tendrían
que fumigarlo a fondo, empezando por el recepcionista con cara de Nosferatu
riojano, y la otra opción sería dinamitarlo y construir uno nuevo.
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