miércoles, 29 de julio de 2015

EL ACCIDENTE

Salí del estudio satisfecho. Había terminado los dos últimos marcos para mi próxima exposición en Calafell. Estaba contento por como estaba quedando todo. Como hacia mucho calor decidí darme un baño relajante en el mar. Pero ojo, porque cuando todo te va saliendo bien y estas satisfecho contigo mismo, de repente algo se puede torcer. La vida tiene este punto de retorcida y cruel. Y pasó. 

No habían transcurrido ni cinco minutos cuando me arrolló una furgoneta.
Iba con mi Honda Dylan 125, camino a la playa, y una furgoneta conducida por el rumano Florín me embistió. Yo, que por suerte iba solo, salí despedido haciendo surfing por la calzada hasta que mi cuerpo se paró. Solo que yo me hubiese retardado un instante haciendo algo, como tomar una fruta, que es lo que hago normalmente cuando voy a nadar, no hubiese coincidido con la furgoneta. Si el conductor no hubiese sobrecargado la furgoneta con un exceso de mortero, no se habría pasado de frenada y por lo tanto en vez de impactar con mi moto, tan solo me hubiese visto pasar. Pero a las doce y catorce minutos pasó lo inevitable, coincidimos los dos en el mismo punto.

El impacto fue por mi lado derecho. Si has visto carreras de motos, ves que se caen a 250 por hora y luego se levantan y cogen la moto para continuar. La primera parte, la de caer, la hice bien pero la segunda, la de levantarme para seguir, ya no la pude hacer. Según los protocolos de primeros auxilios, a un motorista accidentado como era mi caso, no se le debe de mover en absoluto. Me lo dijeron los de la ambulancia: que porque me había movido. A lo cual respondí: que para que no me atropellaran de nuevo, lo cual, a mi entender, hubiese sido mortal de necesidad. Añadí que aun en estado de schok, me levanté como pude, para sentarme al borde de la carretera. El conductor de la furgoneta, consternado, estaba a mi lado consolándome cogiéndome las manos, al tiempo que me confesaba lo dramática que era su vida, y que últimamente todo le salía mal. Mientras, yo pensaba que había tenido la mala suerte de toparme con un gafe, en este caso procedente de Rumanía.

Una vez introducido en la ambulancia por los dos profesionales, un chico y una chica, me inmovilizaron, con todo su buen hacer. Antes de arrancar la ambulancia, empezaron a deslizar el casco para atrás, moviéndolo lentamente para no dañarme la cabeza. Esto lo hacia la chica, quizás por ser más delicada, y con tanta concentración, que no reparaba en que su bien formado busto, estaba justo paseándose por encima de mi cara. Y para atrás y para delante notaba todo el pecho encima de mi inmovilizado rostro. Yo no podía decir si procedía bien o mal, pero aun en la agonía del momento, pensé que esta, no era una mala forma de morir. Finalmente, la chica, entre sacarme y ponerme el collarín se debió dar cuenta de su acción, hasta el punto de pedirme perdón. Nada que perdonar.

Aparte de estar totalmente inmovilizado, estaba preocupado por que había quedado con Montse para comer con unos amigos y por otra parte mi mujer no sabia nada de lo que estaba pasando en aquellos instantes. Esta situación, yo la he pensado muchas veces. Siempre hay un protagonista activo y otro pasivo. El activo, lo puede pasar mal según lo acontecido, pero el que no sabe nada o finalmente recibe una mala noticia, aun lo puede pasar peor. No había forma de comunicarme. Y la chica de la ambulancia, me iba diciendo que cada movil es un mundo y que solo lo conoce su propietario, y que no había manera. Mientras me lo decía, yo pensaba que aun siendo su propietario, yo a veces tampoco lo entendía. Llegue a pensar que el movil, del susto, se quedó paralizado.

El viaje fue con sirena y a todo trapo, lo cual, aún en mi estado de inconsciencia me pareció bien. Había siempre oído el inquietante sonido de las sirenas acongojando al público, estando yo fuera, de viandante, pero nunca el pitido estruendoso de una sirena sonando en mi honor.
Cuando llegamos a urgencias del hospital me dio la impresión de que se había interrumpido la dramática secuencia. Deje de ser el accidentado urgente. Los de la ambulancia, que habían hecho muy bien su cometido, me dejaron aparcado en un ala de urgencias. La chica de los buenos pectorales y el agradable chico se despedían de mi, deseándome lo mejor. Yo, mientras tanto quede allí, aparcado. Entonces pensé, mira ya no soy ni tan importante ni tan urgente. 
Finalmente vinieron los doctores y me hicieron las preguntas pertinentes. En estos interrogatorios, si te quedas corto mal, porque no te hacen ningún caso y si vas largo, también mal porque entonces te someten a un sinfín de pruebas. Opté para que mis respuestas fueran por el medio.

Luego me llevaron a una sala para comprobar si tenía algún hueso roto. Mi cuerpo supuraba por todo el lado izquierdo. En esta sala, a media luz, había un buen número de enfermeras que estaban hablando de sus turnos particulares y de como se repartían las guardias y no dejaron de hablar de ello, hasta que no terminó las sesión de pruebas. Una finalmente dijo que era un desastre y una barbaridad y yo dije tan mal estoy y la chica dijo que no, que no se refería a mi, sino al sistema de turnos que era un auténtico desastre. No le contesté porque pensé que no me atañía. Y que meterse en el sistema de turnos de hospital, y mas en mi estado, podría acabar mal.
Más tarde me llevaron a una habitación, a la espera. En los box de urgencias, cuando ven que no te vas a morir, al menos de una forma inminente, estas horas y horas a la espera. Yo también estaba a la espera de que me llegara alguien conocido puesto que, finalmente pude conectar con mi mujer y ella con mi hermano para ir al hospital. Era una habitación compartida separada por un biombo. Yo, al del otro lado no le veía, y no se quejaba ni nada, solo oía que en su movil no paraban de entrar wasshaps con su sonido característico. Me extrañó que el paciente, o la paciente, recibiera tantísimos wassaps (debía tener muchos amigos). Hasta llegue a pensar que si no contestaba a ellos es que quizás estuviese en la cuarta dimensión y nadie se había enterado.

Mientras estaba en la cama de la habitación 11, compartida, oía las conversaciones que se producían en el pasillo, y de las varias urgencias que se daban. Esto, en parte me distraía, pero daba miedo A una mujer la habían trasladado en estado muy grave porque se había atragantado, pero como atragantado le decía un médico a la enfermera, que si joder que ha ingerido sólido o liquido de no se que por el conducto equivocado y que ha estado a punto de ahogarse porque se le ha ido liquidó a los pulmones, se ha quedado sin oxigeno y ahora esta muy mal, puesto que ha estado mucho rato sin poder respirar...

En la segunda sala de pruebas y parecido a lo que le pasó un día a mi hermano, hubo expectación. Dado que tenemos unos pies muy singulares (herencia materno genética) con los dedos algo desordenados. Llego a un punto, en que los que tenían que hacerte las pruebas pertinentes se despistaron mirándome los pies, hasta el punto que llamaron a más colegas para que los vieran. Todos comentaban, no se si mi estado o mis pies. Llegue a pensar que se querían hacer un selfie con ellos, con los pies. Finalmente pedí que me los taparan de una vez, porque tenía frío.

Finalmente vinieron mis familiares a recogerme. El medico me dio el alta, no sin antes haberme hecho la enfermera una curas en todas las heridas, recomendarme reposo, y sobre todo que me tomara los medicamentos prescritos: seis Nolotiles diarios, acompañados de Paracetamoles a demanda, más Amoxicilina. Pobre hígado pensé.

Por la tarde me vino a ver el conductor que me atropelló. El hombre estaba muy apenado. Yo estaba muy jodido, pero el estaba muy apenado. Me contó que era rumano que se llamaba Florín y que estaba muy triste, por lo que había sucedido. Me comentó que el había frenado la furgoneta pero que, al llevar sobrecarga de mortero (por lo visto es restaurador de casas), la furgoneta se le fue unos metros para adelante, los suficientes como para pasarse del stop e impactar con mi moto. Que me pedía perdón y que podía hacer por mi. Yo, lo vi tan jodido, que intente consolarle diciéndole que no se preocupara, y que no tenía nada roto. Que ya se arreglarían la respectivas aseguradoras en las reparaciones, tanto de la moto como las de mi cuerpo.

Ahora estoy con buena parte de la izquierda de mi cuerpo vendada y tomando antibióticos y poniéndome pomadas, ya que la piel, que yo creía mas dura, quedo abrasada como papel de fumar por el roce con el asfalto. Finalmente, un accidente así te hace reflexionar sobre el tema del

destino, pero este es un tema muy complejo y, ahora, en estos momentos, me encuentro dolorido y cansado. Solo tengo ganas de dormir.