martes, 13 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad

¡Miel! solo hacia que repetir miel el tío, enfundado en una bata blanca y su acento sudamericano, el médico sólo hacía que repetir miel. Yo pensaba: ¡la madre que te parió!, pero que coño me esta diciendo este tío, si yo he ido al Cap porque me dolía la garganta, no podía tragar saliva y además me picaba horrores, haciéndome toser continuamente. Y el tío venga y dale con la miel. Y me decía “sabe señor que la miel es espesa”. Y, yo ya sabía que la miel es espesa, pero bueno le dije yo: ¿Pero que me está diciendo usted con que la miel es espesa, no le entiendo?, y el tío “que si señor, que las ahoga” y yo ¿Pero a quien ahoga? A las bacterias señor! ¡La miel las ahoga señor, no pueden respirar y se ahogan! son como nosotros señor (no se porque me llamaba tanto señor) y con la miel en la garganta son tan chiquititas que no pueden respirar y se ahogan.

Al final había entendido, e incluso visualizado, aquella relación entre una riada de miel y montones de bacterias chiquititas ahogándose. Y el tío seguía con las abejas y la miel.; parecía un cursillo de apicultura en vez de un tratamiento para una garganta jodida. “Usted coja una cucharada de miel cada de tres horas y la retiene en la garganta y entonces es cuando se ahogan señor” y mientras tanto el médico, ansioso, ya me había metido los auscultadores por entre medio de la camiseta y la camisa y, no se como, los había sacado por encima de la camiseta enchufándoselos de nuevo en la oreja sin decirme aquello típico de “desnúdese de la parte de arriba”, y mientras me estaba medio auscultando no paraba de referir la cancioncilla “de la miel los ahoga señor”.

Cuando salí descamisado de la consulta pensando aún, de donde habían sacado aquel individuo, llegué a la conclusión de que quizás era un nuevo prototipo de médico entrenado para ahorrar medicamentos, y que les iba la mar de bien en sanidad, ya que en vez de recetar costosos fármacos y jarabes, el tío recetaba miel de romero.





A este medico sudamericano me lo encontré en muy corto plazo de tiempo en otro episodio doloroso de mi existencia (últimamente he tenido unos cuantos). Fue después de haberme hecho una recesión en la vejiga en el Hospital de Barcelona, justo en el mismo día que me dieron de alta. Resulta que cuando llegue a mi casa de La Pobla se me inflamó la próstata a consecuencia de la operación (según el cirujano que me operó, pasa a veces y aquel día me toco a mi). Bueno, la cuestión es que no podía mear de ninguna de las maneras. Lo intente de todas las formas posibles, hasta con el pajarito en la mano, la cabeza alta, con los ojos cerrados y concentrado, muy concentrado (como si hiciera yoga y pensando en las gotitas que podían manar de mi maltrecho aparatito); cuando vi. que era imposible, (eran las diez de la noche y ni gota) le dije a Montse vamos al Cap, que total se trata de sondarme y ya esta. ¿Y a quien me encontré en el Cap aquella dolorosa noche?, pues me encontré “al miel de los cojones”, que, fatalmente, estaba aquel día de guardia; y entre el médico y una doctora, ambos de guardia, fueron incapaces de sondarme entre los dos, y mientras el miel me estaba aguantando el pajarito y yo tumbado en la camilla del box de urgencias me estaba cagando en la ineptitud de el servicio. (y eso que todavía no lo habían recortado).
Al final decidimos con Montse irnos a Barcelona, al Hospital de Barcelona, donde me habían operado, para que una vez allí, encontrar finalmente alguien competente que me sondara y pudiese mear de una vez por todas. Montse conduce el Smart pero no se atreve con el Honda, la cuestión es que cogi el volante camino de Barcelona por la autopista Pau Casals, y allí, os lo juro, la sinfonía fue de lo mas bestial. Tratare de explicaros lo que paso por la carretera, pero seguro que me quedaré corto: yo iba conduciendo, pero continuaba sin poder echar gota de aquel liquido retenido que ya me estaba explotando en la vejiga, ya que me habían dicho: usted beba, beba y sobre todo no deje de beber, porque esto sabe: le limpiara los conductos urinarios y la vejiga. Así que calculo debía llevar como tres o cuatro litros corriéndome desde los riñones a la bufeta, por todo el cuerpo hasta el conducto urinario. Por la autopista no podía más y estaba a punto de explotar así que de tanto en tanto paraba el coche y, mirando a las estrellas y fijándome en un punto de la noche estrellada, la luna por ejemplo, lo intentaba de nuevo y fracasaba de nuevo, ya que nada salía “el calvo estaba en rebeldía”, y mientras los coches que pasaban pitaban al guarro que se paraba delante de las luces de su coche para mear.

Al final decidimos ir despacio hacia Barcelona, primero para no tener un accidente y después porque mis reflejos, hipotecados por el dolor, ya no daban para más. Así pues, encendimos la luz interior del coche y Montse agachada y yo con el pajarito fuera para que me fuera secando las miserables gotas que manaban de ni aparato estropeado; claro que aquello era todo un espectáculo, porque yo iba conduciendo con la cabeza echada para atrás por el intenso dolor que me producía mi vejiga, el coche a poca velocidad y mi pareja agachada para recogerme el pipi con un kleenex, mas bien parecia que estuviésemos haciendo un numerito de carretera y que me hubiese subido a una profesional para exhibirme en aquel tramo de la Pau Casals. Los coches que pasaban a nuestro lado aminoraban la marcha para ver el espectáculo que se les brindaba. (mi cabeza descansando en el cabezal, bien para atrás y suspirando de dolor, tanto podía significar que era de placer)

Finalmente llegamos a Barcelona, al hospital, a la entrada de urgencias, y yo le digo a la de recepción de urgencias: por favor que encontrara alguien para sondarme porque estaba a punto de estallar, y vino una enfermera y en un plis plas de meterme la sonda por el pito salieron raudos y veloces, y ante la sorpresa de la enfermera, solté nada más y nada menos que tres litros de liquido acumulado, y entonces, os lo juro vi a Pau Casals con su violonchelo tocando “El Pesebre”. Cuento navideño ¿no?

3 comentarios:

crustacis dijo...

Edu, aquests contes teus de temporada són BRUTALS, passatges reals d'un Lomo Plateado. No coneixia l'aventura en detall i m'ha encantat "la sinfonía de la Pau Casals" amb els kleenex i els cotxes pitant al Barrut. Jo sé el que és no poder pixar i tenir la bufeta al 99%, horrorós! de lo pitjor que he experimentat mai. Fins dissabte!

Gemma dijo...

Je je je... Pa mear y no echar gota...

Mar Mediavilla Osan dijo...

Acollonant, Edu! De les trobades amb metges se'n podrien escriure milers de "contes de Nadal".

Jo també vaig tenir el meu propi conte de Nadal quan, un cap d'any, me'l vaig passar ingressada al Clínic pel mateix motiu. Coincideixo amb en Cus: és EL PITJOR dolor de la meva vida. Però a sobre jo tenia tal infecció que les molt putes de les enfermeres m'anaven "tancant l'aixeta" per perill de dessagnar-me (no sabia ni que aquests trastos tinguessin aixeta!!). Total, que van fer durar l'agonia de l'extracció durant 3 llargues hores (sumades a les gairebé 24h que ja duia acumulades), al llarg de les quals em van treure, leeeentament, 2L de líquid.
Tota aquesta història, malauradament, també inclou una visita al CAP de l'Escala (on havia pretès passar un agradable cap d'any amb els meus amics). Allà, a dia 1 de gener, 8.00h am, no van ni intentar sondar i directament em van enviar a Barcelona. Els 140km més llargs de la meva vida :(

Dit això... MOLT BONES FESTES!