viernes, 22 de mayo de 2015

CUENTO DE PRIMAVERA. El pescador de Cambados

El pescador de Cambados

Este cuento va dedicado al pescador de Cambados, así como a todas las personas que aman y tienen la gran suerte de vivir de su profesión.

Este encuentro fue un día del mes de mayo, con un pescador de Cambados, en nuestro último viaje a Galicia. Tengo que decir, para quien no lo sepa, que Cambados esta situado en las rías baixas cerca de Pontevedra. Es un pueblo grande, de pescadores y viticultores, y también cuna del famoso vino blanco de Albariño (que ahora, y por desgracia, el mejor se lo beben casi todo en Nueva York). En Cambados, cada año, a principios del mes de agosto, hacen la fiesta del vino, la cual recomiendo fervorosamente, porque es un gran acontecimiento donde se combinan los mejores vinos blancos de la región, con el sabroso marisco de las Rías baixas.

El día amaneció soleado y decidimos acercarnos a la feria del pueblo (en Cambados hay feria los martes). Así, y mientras Montse se iba de ferias y al mercado de abastos, cosa que le encanta, yo mientras tanto localizaba un paisaje en la zona portuaria para hacer una acuarela. Después de andar durante un rato, finalmente me sitúe en la parte vieja de Cambados, donde había barcas y pequeñas casitas de pescadores. Allí realizaría una de mis acuarelas, de las llamadas de veinte minutos. Sabia que disponía incluso del tiempo suficiente como para hacer no una, sino dos.

Cuando digo veinte minutos, es por el tiempo aproximado que tardo en realizarlas pero no así de los preparativos. Antes de abordar la acuarela me paso un buen rato admirando y viviendo el paisaje. Ademas, en Galicia y frente al Atlántico, debes ir preparado porque de repente tanto te puede hacer viento como caerte un chaparrón. Así es que me senté enfrente al viejo pueblo, donde hay un pequeño puerto con unas casa viejas de pescadores y unas barcas amarradas, además de una zona marítima con barcas y lanchas. Las lanchas motoras no me interesan, pero si las barcas y las casitas de pescadores.

Ahí estaba yo en la faena, abordando la primera de las acuarelas, cuando por la espalda oigo la voz de un pescador, que me dice en un tono festivo y de exclamación. ¡Hay mira tu el pintor como esta pintando las barquiñas!. (todo ello recitado en voz alta y sin un ápice de timidez). Yo de entrada, ante lo que interpreté como un prometedor encuentro, y dado la animosidad del pescador, le respondí un: buenos días pescador, con un también marcado acento gallego. Tengo el defecto o quizás la virtud, de que las lenguas de allá donde voy se me pegan como lapas, instintivamente y sin siquiera yo proponérmelo. Es curioso, pero al rato ando hablando como los lugareños, sea en andaluz, gallego o portugués.

El pescador se quedó un poco parado ante aquella contestación efusiva y con aquel extraño acento gallego. Pero el hombre, curioso él, continuó mirando la acuarela y de como pintaba el paisaje. Al cabo de un rato de mirar en silencio, va y me dice. Oye pintor, tu estas pintando las casiñas y las barquiñas, que esto yo ya lo veo, pero, ni las casiñas ni las barquiñas se parecen. Y yo, al tiempo que iba trabajando, le respondo: es que las casiñas y las barquiñas yo me las imagino y las pinto a mi manera. Y me contesta el pescador. ¿Pero si las barquiñas son blancas porque tu las pintas rojas pintor?. A lo cual le respondo: pero yo las pinto con el color que quiero y pongo y quito con total libertad. Y el pecador me responde ¡Ah carallo pintor! entonces tu vas a un sitio y pintas las cosas que ves, pero lo pintas como te da la gana. Y quitas unas cosas y pones otras. Así es, le respondí. Y después de un silencio y de un periodo de reflexión por parte del pescador. Me dice: pero esto es raro carallo, Porque si estas aqui, ¿no es para pintar lo que ves?. A lo que respondí, si, pero yo soy libre de pintar las casiñas y las barquiñas como quiera, es decir como yo lo veo, e incluso de cambiar el paisaje. Después de la última contestación vi, de reojo, como recogía la cesta que, por su olor, no podía se mas que de pescado y que se disponía a irse. Incluso pensé que estaba algo contrariado por haberle cambiado en mi acuarela su paisaje habitual


Pero de nuevo oí su voz que decía. Entonces lo puedes pintar de una postal y no estarías aquí pasando frío (es curioso, pero con esta conclusión y sin el saberlo, el pescador definió como el pintor francés Maurice Utrillo pinto todo Paris. Con postales). A lo que mi respuesta fue: pero yo lo que quiero, mas que nada, es vivir el paisaje contemplando las casiñas y las barquiñas. Entiendes, vivir este momento y oler el mar. ¡Hay carallo! los pintores ya sois gente rara ya. Y luego tu que haces con estas cartulinas, las vendes o que (estaba intrigado, aparte de mi forma de trabajar, con el destino de las acuarelas que el hombre llamaba cartulinas) Yo le respondí, siempre con el acento gallego en boca, a veces si a veces no, depende (como veréis la conversación se desarrollaba al más puro estilo gallego). Ah carallo! entonces tu haces lo mismo que yo con el pescado. Si es bueno lo vendo y sino va a parar al mar para carnada. Si contesté yo, es mas o menos lo mismo. Yo si las cartulinas me salen bien las vendo y sino las guardo. Toda esta charla con el pescador fue en gallego (el mío con mas o menos fortuna) y siempre hablando con aquella imitación.

El hombre ya un poco intrigado, me dice, oye pintor, tu tienes un acento raro eh, ¿no serás portugués? me pregunta y yo le respondo que no, que no soy portugués. Entonces me pregunta: ¿pues y de donde eres pintor? y yo le digo de Olot y me dice y esto donde para y yo le digo en Cataluña. Entonces el hombre se altera y me dice ¡Hostia, carallo, no me jodas! no serás independentista!. Que todo el santo día esta este rollo en la televisión. Yo le respondo que no, que no soy independentista y que soy de todo el mundo allá donde voy con mis acuarelas. Pero serás de una región no, y yo le digo: la mejor región es en la que vivo en cada momento de mi vida como ahora, hablando contigo y trabajando. ¡Ah carallo! pues tienes razón pintor, yo donde vivo como tu dices es en el mar, pescando, y me da igual que sea este mar o cualquier otro, que he pescado en varios, lo bueno es que haya pescado. Si amigo le respondo, lo bueno es que haya pescado, pero también casiñas y barquiñas eh!...para pintarlas del color que yo quiera.

Finalmente el hombre se despidió. Y como colofón me dijo. A ver si un día te veo en la televisión, en una de estas entrevistas con gente del arte. A lo que le respondí: es mas fácil que me vuelvas a ver pintando barquiñas. Vaya con Dios pintor me dijo, adios pescador le respondí. El no me preguntó mi nombre ni yo el suyo. Mejor así, pensé yo. 

1 comentario:

Tucho Jeber dijo...

muy bueno el cuento y mejor la acuarela.
Un Abrazo