domingo, 6 de septiembre de 2015

CUENTO DE FINAL DE VERANO

La muerte de la garota. 

Estábamos sentados en las sillas playeras, frente al mar, medio bajo la sombrilla medio tomando el sol. Como los personajes maduros de los cuadros de Edward Hopper. Algo alejados del ruido de los niños y los bañistas. Detrás nuestro, la emblemática casa torre de Can Bofill, ahora convertida en un centro de estudios de fauna marina o algo por el estilo (si se pretende conservar una casa emblemática, lo mejor, es declararla para bien común, o buscar y poner dinero, ya que sino se caerá a pedacitos).

 De repente, nuestro estado de sopor fue interrumpido por la voz de una chica de buen ver enfundada en un suscinto bikini negro, y, que a medida que iba subiendo de la playa hacia la casa, anunciaba: la garota a muerto. Nadie de los allí presentes reaccionó, aun cuando la chica estaba anunciando la muerte de alguien (cuando la gente toma el sol está un poco aletargada, como los mismos lagartos). Yo pensé que la chica nos estaba hablando de la muerte de una perrita suya, que bien podía llamarse Garota (actualmente la gente tiene mucha imaginación a la hora de poner nombres). Y, al instante, al no obtener respuesta por parte nuestra y ligado con la primera frase, repitió: a la garota la he encontrado muerta esta mañana. Cuando encuentras alguien muerto por la mañana, es mas triste aun, porque sabes que no disfrutará de el nuevo día.

 Entonces pensé que la chica estaba apenada, porque se le había muerto la mascota (quizás se trataba de un ave acuática de los pantanos próximos y la tenían en fase de curas). Como ninguno de nosotros seguía sin responder al anunciado deceso, acto seguido puntualizó, añadiendo: es raro, pero es que no ha aguantado ni una noche (la garota). Con lo cual deduje, que la tal garota ya estaba muy enferma, de hacía tiempo. Por un momento, se me ocurrió preguntarle que cuantos años tenía (es lo que se suele preguntar en esta circunstancia, porque si son muchos, tu puedes decir, pues mira ya le tocaba) mas que nada para consolarla y solidarizarnos con la pena de la chica, pero, prudentemente, me callé. 

Mi hermano, que lo tenía sentado al lado, si sabia quien era la garota, no así el resto. Pero él, no se porque motivo, también permanecía mudo (quizás absorto con el bikini). Cuando por fin la muchacha entro en la torre de can Bofill, le pregunté a mi hermano que si sabia quien era la garota fallecida. Porque le dije, que parecía como muy claro por parte de la chica del bikini negro, que nosotros sabíamos todo o casi todo de la garota. Al final mi hermano me dijo que la garota era un erizo de mar y que, en catalán se llama garota, y que el día anterior, había subido agua de mar en un recipiente para la supervivencia del erizo. Mi hermano siempre ayuda a quien lo necesita, sobre todo si es del sexo femenino va en bikini, y él, de alguna manera puede colaborar. Siempre a sido así no va a cambiar ahora que ya tiene más experiencia. Mi otro amigo Emili, mi mujer y yo, tampoco sabíamos nada de la garota, así que permanecimos en un respetuoso silencio.

 Era el momento de la reflexión. Siempre hay un momento de reflexión ante la muerte aunque se trate de una garota. Y, me pregunté: ¿Como sabia la chica que la garota se había muerto?. ¿Y como se distingue una garota viva de una garota muerta?. Donde esta la diferencia. Yo voy nadando por el mar y las veo entre las rocas, pero no se las que están vivas o están muertas.

 De todas formas la garota siempre ha sido un ente diferente y misterioso. Tan misterioso, que Dalí los usaba para sus performances mediáticas en Port Lligat. Cuando era el tiempo en que los erizos estaban en su plenitud, me parece que allá por el mes de mayo. Salvador Dalí, a bordo de una barca de pescadores, con gran boato, disfrazado para la ocasión, y rodeado de cámaras de televisión españolas y francesas, se los comía con una cuchara de oro (no se si es los o las, ya que según parece los erizos son hermafroditas). Ponía aquella cara de alucinado y proclamaba que la garota le daba toda la fuerza del mar para sus surrealistas creaciones. Algunos dicen, que el pintor se los comía por la energía sexual (de la cual, por lo visto, no iba sobrabo) y que el erizo se la transmitía (tipo ostras).

Es del todos sabido, que la garota es afrodisíaca o al menos esto dicen, y teniendo en cuenta que por aquellos tiempos no existía la viagra, todo el mundo se apuntaba a la fiesta, a la espera de los resultados. Aunque malas lenguas dicen, que algún o alguna imbécil, se las había restregado por las partes en vez de comerse lo de dentro (quizás se tratara de un masoquista sexual), con lo cual, eso si, se ponían de puntas hasta el culo.

 Yo, personalmente, no tengo muy buen recuerdo de la garota de turno. Un dia, cuando éramos niños (que recuerdos) e íbamos caminando por la llamada playa larga situada cerca de Tarragona, jugábamos con los erizos encontrados en la orilla. Entonces había tal abundancia de ellos, que el mar, de tanto en tanto los escupía hasta la misma orilla, como si le molestaran en su garganta. El macabro juego consistía, en pasarnos los erizos con las manos, como si fe tratara de una pelota de tenis, pero al tomarla, tenias que tirar las manos para atrás acompañando el erizo, con el fin de amortiguar el impacto, ya que sino, te clavabas las puntas.

Y fue así, como perdí la amistad de uno de mis grandes amigas. Así como la devoción y el imposible amor, que por aquellos tiempos tenía por la madre de mi amiga (de pequeño tenía devoción por las madres, no por las niñas, a las que consideraba demasiado infantiles), ya que la pobre niña se clavó todas las puntas de un erizo en las manos, y su por mi, admirada madre, no me lo perdonó nunca. Aquel verano, por mi mal lanzamiento o por su mal bloqueo, tuvieron que ir al médico a que les sacara las puntas del erizo una por una, y ello tras varias infecciones de por medio.

 Ahora, después de tantos años, vuelvo a tener noticia de los erizos de mar con el nombre de garota (estúpido de mi, había olvidado su nombre en catalán). Al final todo vuelve. Me acuerdo, de que hasta que no las abrías y le ponías unas gotas de limón no sabias si estaban vivos o muertos. Esto tenía que haber hecho la chica, la ecologista del bikini negro, para saber si estaba realmente viva o muerta la garota, ponerle unas gotas de limón, aunque para esto, antes tenía que haberla abierto en canal, con lo cual el resultado hubiese sido el mismo; la garota se habría muerto.

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