viernes, 1 de marzo de 2013

Cuento invierno 2013: EL PRACTICANTE TRILERO


EL PRACTICANTE TRILERO


¡La madre que los parió, se equivocaron!.

En una rutinaria analítica de control me sacaron sangre. Aquel día, en el CAP, había un practicante de relevo que se hizo la picha un lío y, por lo visto, el muy burro confundió los tubitos. El tío en cuestión era una especie de trilero de la rambla. Recuerdo que lo vi manejando los tubitos de sangre extraída. Mi tubito lo depósito al lado de los otros tubitos, y los manejaba como un trilero (tienen un ojo puesto en el timado y el otro en sí ven a la policía). Ahora tubito a la izquierda, ahora a la derecha, ahora en el centro y vete a saber tu donde me puso el mío. Yo me lo miraba y me decía, porque coño este tío no les pondrá el nombre correspondiente a cada uno cuando saca la sangre, ¿seria lo logico, no?. Pero no, el tío lo hacia todo en plan producción: primero saco las sangres y luego pongo los nombres y así, lo tubos quedaron a merced del destino. ¡la madre que lo parió!. Y paso lo que tenía que pasar. Al cabo de una semana me llamaron del CAP.

Mi médica, por cierto una competente médica donde las haya, me recibió con una cierta cara de preocupación (hemos compartido una serie de episodios, y me tiene una cierta simpatía). Conclusión: que la analítica salió tan mal, que me hicieron todas las pruebas que le harían a un tío, si hubiese sobrevivido al atropello de un camión. No tenía nada bien, se había disparado todo en la analítica: el colesterol estaba en zona roja, tenia mas azúcar que una crema catalana, las transaminasas (regulan el hígado) eran las de un alcohólico perdido y el resto de la analítica estaba tan jodidamente mal, que la médica me tomo cálidamente la mano, mirándome como si no se creyera que estuviese vivo. Luego me mandaron a casa ((casi me dijeron que guardara cama) para que, pasados unos días, me harían una segunda analítica de contraste (no se la creían) y, acto seguido, remitirme a ver un personaje del mundo de los médicos llamado: el analista (que como dice su nombre, debe suponerse, es el que más sabe de analíticas).

Ante el panorama de hacerme más pruebas me dije: ¡A tomar pol culo! y el día antes de la contraanalítica organicé una comida con mis buenos amigos: el Monty (mi hermano) y el Emili, (que, dicho de paso, tampoco están para lanzar cohetes) y nos zampamos unos pies de cerdo al chocolate (especialidad de Montse) con dos botellas de tinto de la Ribera del Duero y de postre, unas mandarinas confitadas regadas con chocolate caliente, así como una botella de Cardhu, y todo ello acompañado con un surtido de galletas, todas ellas rellenas del más fino colesterol, y me dije a mi mismo: perdidos al río, y si me tienen que hacer una segunda revisión y mandarme a ver a un extraño personaje como el analista, con el fin de que este me haga más pruebas, al menos que haya un buen motivo.

Bien, pues ahí viene lo bueno e increíble: me salieron unos análisis como los de un chaval de veinte años especialista en trihatlon. Y, es que, tirando para atras, lo que pasó aquel día, fue que el practicante trilero se hizo la picha un lío (yo creo que el tío iba colocado). Una vez extraída la sangre mezclo los tubitos y les puso a voleo los nombres de identificación. Asi pues, uno de los nombres de los personajes que nos habían convocado para la visita de aquella mañana, fue a parar a mi tubito. Y, mi nombre le toco a un tío, que ya debe estar en la cuarta dimensión, porque le pasaron la analitica correspondiente a mi tubito, y por tanto, su analítica le salió de coñá. Y el tío debió decir ¡milagro! con lo mal que estaba y mira ahora. El hombre se debió tirar a la dulce vida, bebiendo y comiendo lo que le salió del alma, por esto digo que el tío en esto momentos se debe estar paseando por el más allá...últimamente he oído sonar varias veces las campañas del pueblo.

Moraleja: si vais al médico para que os hagan una analítica y no esta la enfermera oficial, y en su lugar han mandado a un practicante (este o no colocado). Le decís que la sangre se la saque a su madre y que ya vendréis otro día. Os ahorraréis una mala semana (pero quizás os perdáis unos suculentos pies de cerdo con chocolate). 

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