jueves, 6 de diciembre de 2012

Cuento de Invierno. Los tres perritos.



Que vaya por delante que no tengo nada en contra de los perros, sino más bien todo lo contrario. A lo largo de mi vida he tenido dos, y he llorado por ambos cuando los he perdido. Pero, de ello hace ya algún tiempo, y el hombre pasa por diferentes circunstancias que, a veces, le hacen cambiar su punto de vista. 

La cuestión es, que ahora tengo unos perros cerca de mi casa que son como una pesadilla. Escribo este cuento porque, entre otras cosas, no deja de ser una forma de aliviar la tensión que me producen sus continuos e incontrolados ladridos. El propietario, buen vecino, no los tiene como mascotas, sino que los utiliza para cazar. Se trata de un cazador de la llamada caza menor (perdices, conejos, liebres, tórtolas, etc). Para este fin, les ha construido a los perros una especie de recinto para tenerlos controlados y sacarlos a cazar los domingos y fiestas de guardar. Así es, que el resto de la semana, permanecen encerrados y por lo tanto alterados, muy alterados. La raza de los perros no la se, pero uno, el más cabrón de todos, tiene las orejas puntiagudas, es delgado, de ojos pequeños y muy activo (aparte de ladrar no para de moverse); el segundo es como el primero pero más bajito (algo corto de patas diría yo) y, eso si, con menos voz. Tengo que decir que este segundo perro está siempre alterado, ya que sufre constantemente el acecho del primero, creo que con el fin de montárselo (ignoro el sexo de los perros); el tercero quizás sea el más tranquilo, blanco y negro y de orejas caídas, (es un perro triste y el más sensible, y sólo se anima a ladrar, si los dos primeros dan la murga, cosa nada infrecuente). Por otra parte, y según dice mi vecino, son buenos en su oficio, sobre todo el cabroncete. El trabajo de los perros, consiste en espantar y levantar la caza a todo lo que se mueva entre matorrales, para que, a su vez, el cazador remate la faena a tiros. 
Reseñadas las características de los actuales perros, he de decir, para ser justo a la verdad, que no todos los perros de mi vecino hayan sido siempre un coñazo. Por poner un ejemplo: los que había antes de estos (de los de orejas puntiagudas) eran como más calmados y sólo ladraban por causas justificadas. Desgraciadamente el infortunio se cebó en ellos. Los pobres murieron envenenados por comerse unos caracoles, que a su vez habían sido envenenados por ser caracoles y su afición a comerse las verduras de los huertos. La cuestión es que, una vez ingerido el veneno por los caracoles, este paso al estomago de los perros que por desgracia murieron. Estos eran perros normales, y ladraban mas bien poco y más conjuntados. Pero todo cambió después del desastre de los dos primeros, cuando el cazador tuvo que reclutar a nuevos canes para suplirlos. 
Y ahí empieza el gran problema que, a día de hoy, todavía no se ha solucionado. Los actuales son, por decirlo de alguna manera, perros viciosos con el ladrido. Ladran cuando quieren y a la hora que quieren (incluso de noche) y no siempre al mismo tiempo. A veces con motivo y otras sin motivo. La cuestión es que una vez hablado con mi vecino y amigo, el cazador y yo nos dispusimos a controlar aquellos ladridos desmesurados que me descontrolaban de la concentración necesaria para pintar, leer escribir o cualquier cosa que me decidiera a hacer (yo me paso muchas horas en el estudio, al revés de mi vecino que, por su trabajo, está todo el día alejado de su casa). 

En principio, y para los tres perros decidió (esto no me lo consultó) que lo mejor seria ponerles los llamados collares de castigo. Yo la verdad es que no sabia nada de estos artilugios y es que, por lo visto, cuando ladra el perro, se ve que le pega un chispazo y el tío dice en un acto reflejo, coño, y entonces baja la intensidad del ladrido, después vuelve a ladrar y plas el chispazo y vuelve a bajar la intensidad del ladrido. Pero por lo visto no a todos los perros les hace el mismo efecto. Estamos hablando de controlar a tres perros díscolos y esto no es nada fácil. Por lo tanto mientras uno callaba el otro hacia un guau mas flojo y el otro (el más prudente) hacía solo gu,,,gu,,,. asi pues el problema no se había resuelto puesto que, con mas o menos intensidad, seguían los ladridos de los canes molestando al personal. El cazador, ante mis sutiles insinuaciones y siempre después de su pregunta de que si me seguían molestando los perros, optó por un segundo plan. Compró por internet un aparato en los Estados Unidos (se ve que allí el problema es aún más gordo, y como todo el mundo tiene perros y armas, si no se ponen de acuerdo, los tíos se lían a tiros). Bueno, pues este segundo artilugio antiladridos es un aparato que va conectado a la electricidad y que emite unos sonidos imperceptibles para el ser mas o menos humano y que, sin embargo, los finos oídos de los perros no lo aguantan y hace que finalmente se callen. Decir de paso que es tal la buena convivencia entre el cazador y yo, que la toma de corriente para que los perros no ladren esta instalada en mi casa. 

Bueno pues tampoco funcionó. Ya he dicho que es sumamente difícil hacer callar a la vez a tres perros. Seguían pues, con el guau, guau, guau uno, y el otro más o menos gu, gu gr, gr, y en cuanto al tercero callaba, seguramente porque era al único que le hacia efecto el sonido especial ultrasónico para perros. En resumen, que tampoco se solucionó el problema. Hasta que un día, alguien próximo al cazador le dio la clave para la solución. Y ahí nacieron grandes esperanzas a que se pudiese solucionar el problema de una vez por todas. De nuevo el cazador me dijo a ver si podía conectarse con mi casa. Yo como os podéis imaginar le dije que si. El nuevo artilugio consistía en un aparato que cuando el perro, por el motivo que fuera ladraba, el ladrido conectaba una ducha del que salía pura agua, y todos sabemos el pánico que tienen los perros con el agua. A mi el cazador me lo explicaba, lo de los nuevos inventos, y tengo que reconocerme tan culpable como el mismo cazador porque yo consentía de buen grado aquella nueva formula, pensando que total era verano, y que una ducha tampoco les iba a venir mal y que los refrescaría. Pero amigos, uno no puede controlarlo todo y con tantos artilugios flotando en el aire pasó lo tenia que pasar. 

He aquí el desenlace: resulta que al no hacerles a todos los mismos efectos: lo del collar el agua y la electricidad, aquel mal día se armó un gran sideral, en el que estuvieron a punto de volverse todos rabiosos. Todo se desencadenó con el paso de unos tíos raros por el camino que va hacia el bosque; iban vestidos con pantalones turcos, morenos de suciedad, el pelo con rastas y pachinas, fumando unos porros que despedían un pestazo más fuerte que el gasoil de los tractores, y llevando unos enormes perrazos (estos tíos siempre van con enormes perros) parece ser que es por la policía; ya que así, no los detienen porque luego la poli no sabe que hacer con los perros. Bueno a lo que iba, al pasar y olerlos, uno de los perros, el que tenía el collar con el chispazo (el cabroncete) ladró porque a este no le afectaba la lluvia y entonces me pareció oír al perro que llevaba el collar del chispazo que le decía gruñendo al de la llluvia: hostia, guau, gr, gr, gr, no ladres gr, joder, que tengo los pies mojados, gr, gr, gr, y no gr puedo gr, gr, gr, ladrar porque me da el chispazo, y el otro sin hacerle caso venga ladrar y el perro del chispazo que estaba con las patas en el agua electrocutándose e iba de puntillas: gr, guau, gr...no ladres cabrón gr,gr,... y mientras el del sonido perceptible sólo para los perros, y, que se ve que era el único que lo oía, estaba mas desesperado porque llovía de la ducha y no paraba de sacudirse el agua que iba a parar directamente al que llevaba el collar y que estaba de patas, derecho en un rincón tratando de evitar el agua. Y mientras, el del oído fino gritaba escuchando aquellos ruidos ultrasónicos en médio de la persistente lluvia de la ducha y no paraba de grm, gr, gu, gua, gua, cabrones gr... me vais a matar. Yo, contemplando aquel maldito espectáculo no podía dar crédito a mis ojos y oidos...y entonces, desde mi casa desenchufé todo aquel montaje . 

Os voy a decir una cosa y no me vais a creer. A estas alturas prefiero poner en venta la casa. No quiero verme implicado en esta represión perruna. No quiero llevar en mi conciencia el desgarrado gr,gr, gr de tan variopinto trío de perros.