jueves, 27 de diciembre de 2012

Cuentos domésticos. La nevera y el calendario


Cuentos domésticos. La nevera y el calendario.

Esto que os voy a contar es el "exquisito" trato profesional que recibimos de una importante empresa de electrodomésticos (una multinacional) de la cual no voy a decir su nombre y de una Caja de Ahorros, de la que tampoco voy a decir su nombre, y que ya hace mucho tiempo que no da una a derechas. Pero os juro que todo lo que voy a contar es verdad (yo tengo imaginación pero no tanta). 


Uno, cuándo se compra un electrodoméstico, mira de sustituirlo por uno mejor, que sea de buena marca, o al menos que te merezca una cierta garantía. En este caso estoy hablando de una nevera. Antes de decidirte por un modelo u otro, valoras su capacidad y su precio, y a poder ser que dure (aunque ahora cada vez duran menos). Una nevera la ves y la compartes cada día y es la despensa familiar y abastecimiento de la casa. El otro tema a plantearte es que haces con la nevera vieja. Cuando efectué la compra me dijeron que no me preocupara, que ellos se llevarían el cadáver, al tiempo que me traían la nueva. Es una alegría cuándo te traen la nevera nueva, blanca y resplandeciente y tu la llenas con las bebidas y alimentos preferidos para consumirlos cuando te apetezca. Pero amigos, la alegría nos duró poco; al cabo de unos días de funcionar se paró. Cuando esto pasa, lo único que se te ocurre es mirar los fusibles y el enchufe (es hasta donde alcanzan mis conocimientos). Mierda me dije, ya me han timado, pero uno piensa que la marca escogida es buena y que por otra parte, tiene un año de garantía. Llamas al servicio posventa, y te dicen no se preocupe señor que le mandamos un técnico. Viene el técnico y me dice: no se preocupe señor que esta nevera es de última tecnología, en fin que es de la mejores, y se la dejaremos nueva. Pero oiga, que raro que deje de funcionar tan pronto, le preguntas sutilmente al técnico, y te responde: a veces pasa. Cuando te dicen el fatal, a veces pasa, date por jodido; es que te ha tocado la tonta. Al cabo de una hora, el técnico da por finalizada la reparación y me da unos papeles a firmar. La nevera se porta bien unos días hasta que de pronto, tu mujer te dice esta nevera que has comprado es un timo, porque se ha vuelto a parar. Y tu piensas, ya me las he cargado. Pero bueno, el técnico viene otra vez con su enorme caja de herramientas desplegable de tres pisos. Lo dejas solo trabajando, y al cabo de una hora te dice, firme aquí porque la nevera ya funciona y tu, de pasada, le preguntas: opina que es normal que una nevera nueva se estropee dos veces en un mes. Te responde el tan temido, que a veces pasa. Pasan unos días, no muchos y la nevera de marca buena dice basta, se para, y se para por tercera vez. Menos mal que el congelador continua funcionando. Llamo al técnico. El tío aparece con la enorme caja de herramientas de tres pisos, además, el hombre me viene esta vez con una cosa enorme enrollada. Yo le pregunto que es aquello tan grande y para que lo lleva consigo, me dice que es para reparar la nevera y que como la nevera es grande a tenido que coger el cubridor más grande. Me pregunto para que coño sirve un cubridor grande. A mi se me pone la mosca detrás de la oreja. El técnico sigue impertérrito con su trabajo. Pero aquel día en vez de irme al estudio (siempre los dejo solos, pues no me gusta que la gente trabaje bajo presión) permanezco a su lado, en parte intrigado en que va ha hacer con el cubridor. Acto seguido lo desenrolla y lo extiende en el suelo. Y me digo, mira que limpio; lo hace para no ensuciar la cerámica mientras vacía algún conducto de la nevera. Pero de repente veo que el hombre separa la nevera de la pared y agarra aquella especie de compresa gigante para cubrir el circuito de refrigeración que llevan las neveras en su parte posterior. Y entonces le digo yo al hombre, ya un poco alterado: no va a pretender colocarle esta enorme compresa gigante a la nevera. Y me dice que sí, que de esta manera absorbe el exceso de humedad del circuito y que este es el motivo por el cual se estropea. Y lo le digo si esta de coña. Y que como va hacer una reparación colocando aquello detrás del frigorífico. Me dice que es que estamos muy cera del mar y, que aquella especie de compresa gigante sirve como de abrigo absorbente para el exceso de humedad. Le respondo que estamos a tres kilómetros del mar y que un exceso de humedad no tiene porque estropear las neveras y que, en todo caso, no tiene ningún sentido que todas las neveras cercanas al mar vayan provistas de compresas gigantes. El hombre con toda la naturalidad del mundo me responde que es la forma de arreglar las neveras y yo le respondo con toda la naturalidad del mundo: que se lleve la puta nevera de una vez por todas y que me traigan una de nuevo porque sino les monto un Cristo. El tío me vio tan alterado que ni me dio a firmar los papeles de turno, y se retiró medio deprisa, al tiempo que doblaba aquel artefacto que el llamaba el cubridor. Al cabo de unos días vinieron a cambiarla por una nueva.






























Montse apunta cuidadosamente todos sus programas y controles médicos y también los míos en los casilleros del calendario que cada año nos facilita la Caja de turno. Por esta razón es tan importante tener un calendario con un generoso casillero para puntuales anotaciones. Es, en definitiva, nuestra agenda. De esta caja de ahorros, y por lo que voy a escribir a continuación no voy a dar el nombre. En el pueblo hay dos cajas de diferentes entidades. Con una trabajamos desde que estamos en Barcelona. Es decir que, estoy hablando de hace muchos, muchísimos años. El día de autos, Montse me dice: mientras yo voy a buscar el pan tu te acercas a la caja y que te den un calendario. Le digo al chico (era un tío de unos veinticinco años) que había detrás de la ventanilla: quisiera el calendario del año que viene. Me pregunta el chico si soy cliente de la caja. Le respondo que sí, que de toda la vida y que además tenemos la pensiones y lo ahorros depositados en su entidad (argumentos bastante sólidos como para que te faciliten un calendario, ni siquiera pedí dos)). Pero el chico insiste, y me pregunta si tenemos la cuenta corriente en aquella misma oficina, yo le digo que no, que la tenemos en una oficina de Barcelona y que, por favor me diera ya el calendario puesto que mi mujer me estaba esperando (todo de buenas maneras). Me dice el tío que no me lo puede dar por no ser cliente directo de aquella oficina, y que primero tienen preferencia los clientes de aquella oficina. Salgo de la oficina, y Montse me dice y el calendario y le digo que no me lo dan por no ser clientes directos de aquella oficina. Ella piensa que bromeo, y me dice que lo que pasa es que no les han llegado. Luego ya ve que no va de broma. Entramos los dos y vuelvo a repetir la misma escena delante de ella (es que no se lo creía). Y el tío, sobrado como la primera vez, da exactamente las mismas respuestas. Que si queremos un calendario vayamos a Barcelona a ochenta kilómetros a buscarlo y que, en todo caso, si al final del año sobra uno, que nos lo daría (os lo juro, que no pongo ni quito nada) y esto como un favor. Le digo que sí todo lo que me esta diciendo va en serio. Y el tío me dice que sí. Montse no se lo piensa dos veces (yo soy algo mas lento) y le dice que quiere cancelar inmediatamente la cuenta con la caja y retirar de allí su pensión. El tío ni se inmuta. Salimos de allí y nos vamos directamente a la caja del lado, es decir, a la competencia, para saber que tenemos que hacer para pasarlo todo a su caja. Nos dice que les facilitemos los papeles con los saldos para reclamar el traspaso de las cuentas, y que ellos mismos ya se encargarán de todo, que no nos preocupemos por nada y que, el tema del pago de los recibos, también lo tramitaran. Ah, y además que tipo de reloj queríamos. Atención exquisita.Y claro, a partir de aquí  tramitamos todo. Unos pierden las cuentas y otros la ganan, unos son competentes y otros no, he aquí la gran diferencia. Y no me extraña, unos están arriba y los otros están abajo. 

Moraleja: La profesionalidad, el buen trato, la buena predisposición y atención al cliente dan sus frutos. Por el contrario, la negligencia, y la desgana pueden hundir cualquier negocio o empresa. Desgraciadamente, y a mi entender, en este país tenemos más de lo segundo que de lo primero. Así nos va.

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